Lo primero es adentro.
Mucho. Toda la capacidad de vida está dentro, multiplicándose, ocupando en el
mismo espacio, lo que era el cuerpo del óvulo. Es la primera etapa embrionaria.
El blastocito, que viaja desde la trompa de falopio hasta el útero. Crece hasta
el límite de su capacidad. Hasta ahora ha sido adentro. Toda una semana
creciendo hacia adentro hasta el límite de su capacidad. Necesita dar un paso más.
Sólo hay una manera de seguir creciendo. Salir, crecer hacia afuera. Entonces
toda su capacidad estará enfocada a construir el arraigo en el cuerpo del útero,
el cuerpo materno. En esta etapa se ocupará de crear las membranas que le
posibilitan el acceso a los nutrientes para poder seguir haciendo su propio
cuerpo. Aquí el comienzo de la placenta,
y en el camino de vuelta hacia sí mismo, del cordón umbilical, puente entre los
mundos. Canal de vida.
El cordón umbilical es la
vía de vida para el ser que está gestándose. Lo será hasta que empiece a
respirar con sus pulmones, ya fuera, en la vida afuera.
Nacer es un proceso. No
es inmediato; el cuerpo para todo requiere sus tiempos, como cuando uno se
despierta por la mañana, que necesita un ratito. O cuando terminas de comer, o
después de hacer el amor. Toda experiencia vivida precisa ser procesada. A más,
nacer es posiblemente el acto de vida más difícil de procesar. Nunca viviremos
un cambio tan drástico en nuestras condiciones vitales como en este momento.
Lo que antes era limitado
y líquido dentro de la cámara del útero, pasa a ser una inmensidad aérea. Lo
que era caliente y oscuro está frió e iluminado. Antes estaba dentro, y ahora
fuera. El recién nacido se enfrenta por primera vez a la sensación de gravedad,
al vértigo, al frío, a lo rugoso, al sonido seco, no amortiguado por la cámara
de agua…ha de empezar a respirar… Recién nacido es el estado de la vida con
mayor sensibilidad; lo vemos, cómo poco a poco se nos va poniendo más dura la
piel, y nos salen dientes, y nos enfadamos con nuestros hermanos. Nos vamos
poniendo duros. Y está bien. Pero ahí, ahí somos pura sensibilidad.
Tanta sensibilidad que
nos deja en evidencia, por la distancia a la que estamos de ser capaces de
parar el mundo para observar a un recién nacido, y sentirlo, y darnos cuenta de
cómo al respirar en su vientre está moviendo toda la atmósfera que le rodea. Y
si nos paramos un momento a observar a un recién nacido, podremos ver cómo toda
la estancia se llena de su presencia quieta y callada. La verdad no se anuncia
con fuegos artificiales. La verdad puedes conocerla observando el vientre de un
bebé que respira, ése es el movimiento del universo.
Y sin embargo nuestra
urgencia, nuestra prisa, nuestros sentidos cerrados. Esta foto es de un bebé
que nació hace 3 segundos. Liza. Observa su cordón.
Has de saber que al otro
lado del clampaje, está su suministro de oxígeno y un tercio de su volumen sanguíneo,
en la placenta.
¿Qué crees que pasará en Liza
dentro de unos segundos?
Nada es tan urgente que
no merezca la espera de un pequeño tiempo, un minuto o dos, al menos, para que
lo primero que viva ésa niña al despertar no sea la sensación de que se queda
sin aire. Sus pulmones no han tenido tiempo aún de empezar a funcionar, pero su
cerebro y su organismo entero ya se nutren de oxígeno desde el principio. Liza
respira desde antes de tener pulmones, pero respira directamente en las células,
gracias a la sangre oxigenada que le llega por la vena del cordón. Ahora que
está afuera, su diafragma y sus pulmones han de empezar a hacer el gesto
respiratorio, el oxígeno lo tomará del aire, pero necesitaría un momento, para
no sentir que se ahoga, y despertarse de un susto y llorar -porque ahogarse asusta-
sin embargo el llanto nos tranquiliza, porque sabemos que si bloqueamos su cordón
antes del tiempo y no llora, es que se está ahogando.
¿Y qué si esperamos un
tiempo, un minuto o dos al menos, para que sus pulmones empiecen a respirar con
calma, sin miedo, y que naturalmente su respiración se vaya estableciendo en la
vida afuera? Veríamos que no nos hace falta oírla llorar para saber que respira,
pues su vientre daría muestra evidente de ello.
Esto no es una cuestión
de preferencias ni de ideologías.
El corte prematuro del
cordón sin ninguna necesidad médica es violencia.
Todo bebé tiene derecho a
su tercio de volumen sanguíneo que aún está haciendo su función vital en la
placenta, y que si se da un tiempo retornará a su cuerpo, dándole el mejor
punto de partida para afrontar su vida afuera.
Todo bebé tiene derecho a
que su primera respiración sea a su tiempo. Todo bebé tiene derecho a nacer sin
miedo. Y nosotros tenemos el deber de que esto sea así.
Es una cuestión que va más
allá de la libertad individual, es
responsabilidad profesional y materna.
Y no sólo lo necesita el
bebé. La vida entera necesitamos a ese bebé creciendo fuerte y respirando
libre. Es una cuestión humanitaria.
Alicia Domínguez.
11 de febrero de 2015