la técnica metamórfica


Es un modo de recrear el proceso de la creación.

Es un toque suave, una caricia al alma que le recuerda que una vez se hizo cuerpo. Es un recuerdo celular que vibra la memoria de ser uno su cuerpo y el líquido que lo envuelve, uno con la matriz que lo gesta, uno, sin dentro ni fuera. Sólo un pulso vital del todo.



Después de esta experiencia, la primera, pasan muchas otras y en nuestra capacidad ilimitada de adaptación a veces perdemos el registro del sendero que tomamos cuando vinimos.

Cada miedo, represión o susto, lo registra el cuerpo, creando infartos en nuestro flujo vital. Después del susto, uno recupera normalidad, y a veces ni nos damos cuenta de que la respiración ya no es a pleno pulmón, o que la pelvis no bascula igual en la danza. Nos vamos poniendo duros. Y cada vez existe menos espacio diáfano para habitar nuestro cuerpo. A veces acabamos viviendo la vida desde fuera, como si fuera la vida de otra, y llevamos el cuerpo arrastrado detrás de nuestra intención.

Entonces, es cuando hay que parar. Y volver a entregarse a la vida, para dejar morir los miedos y disolver las corazas. Para recordar cómo fue que llegué hasta aquí, cómo lo hice...

Y sólo hay que sentir la experiencia de una caricia cuyas manos recuerdan que primero fuiste un punto de luz, y luego un tubo eléctrico que se hizo árbol. que fuiste membrana que se hizo piel, órgano y hueso. Que fuiste el impulso vital que hoy eres, que aunque latente, sigue latiendo.

Y poco a poco se devuelve el orden. De adentro y afuera, de arriba y abajo, las 4 direcciones que convergen en el centro del universo que es uno mismo.

Y entonces uno se transforma, aunque sigue siendo el mismo.
La capacidad creativa despierta, y uno recuerda que nació ya con las ganas de volar.